
De cargadero de mineral a mirador de lujo
Reino Unido y Alemania coparon durante muchos años la producción de acero en Europa. Y España, de rebote. Los últimos coletazos del siglo XIX supusieron para nuestro país el auge de la minería de hierro: toda la producción minera se exportaba, especialmente desde Andalucía. El desarrollo del ferrocarril en España hizo el resto: la industrialización en el sur gracias a la minería hacía necesario que los tiempos de producción y transporte se acortasen para aprovechar un desarrollo que solo pasaría una vez. Como siempre sucede, las necesidades de dar salida a la materia prima exigen agudizar el ingenio y eso da origen a soluciones curiosas. Una de ellas acaba de ser salvada de la pira y, desde abril, ha pasado de ser un cargadero ferroviario a un mirador desde el que contemplar la ciudad de Almería.
El Cable Inglés descargaba por gravedad hasta 10.000 toneladas gracias a 20 depósitos laterales
A mediados del siglo XIX, los yacimientos de hierro de las minas de Alquife (Granada) eran el primer lugar en producción de hierro de toda España y uno de los mayores de Europa. Al mismo tiempo, la construcción de la línea de ferrocarril Linares-Baeza-Almería supuso más rentabilidad para hacer más rápida la llegada del mineral hasta la estación almeriense para exportarlo vía marítima. Aun así, el puerto de Almería no tenía medios mecanizados y la carga a bordo dependía del trabajo manual de decenas de hombres que no eran suficientes para embarcar cientos de toneladas de hierro. Tras varias propuestas fallidas, finalmente fue The Alquife Mines and Railway Company Limited, empresa con sede en Glasgow (Escocia) explotadora de las minas granadinas, la que se llevó la concesión para construir un muelle embarcadero para minerales conocido como Cable Inglés. La infraestructura “surge de la necesidad de abandonar rudimentarios sistemas de carga en los buques y de aliviar sobrecostes en su exportación marítima por el puerto”, recuerda la actual presidenta de la Autoridad Portuaria de Almería, María del Rosario Soto.
La ejecución del ramal corrió a cargo del escocés John Ernest Harrison y comunicaría la estructura, situada en la playa de Las Almadrabillas, con la estación de tren, y de ahí enlazaría con el resto de la red. Su construcción arrancó en 1902 y culminó en 1904. Lo rompedor de la idea eran los grandes depósitos laterales de la estructura, 20 a cada lado y con una capacidad total de 10.000 toneladas. Así, el cable tenía doble utilidad. “Por un lado, como almacén-contenedor, y por otro, como muelle de descarga”, explica María del Rosario Soto. El embarcadero disponía de dos tramos con una longitud de unos 900 metros. El primero, de acceso, transcurría desde la estación de ferrocarril hasta la playa; el segundo se correspondía con el cargadero de minerales, levantado a casi 20 metros sobre el mar.
Los vagones cargados de hierro accedían a la plataforma, se arrimaban al borde y descargaban la mercancía dentro de los depósitos laterales. “Cada uno disponía de unas espitas con las que se regulaba la descarga y permitía una mejor distribución en el interior de los buques”, explica la presidenta del puerto almeriense. La acción de la gravedad llevaba la carga a unos conductos metálicos retraíbles que se conectaban con la bodega del barco, atracado a un lado del cargadero. Para la construcción del cable, se emplearon 8.000 metros cuadrados de madera, casi 4.000 toneladas de acero de fundiciones escocesas, más de 1.000 metros cúbicos de hormigón y 1.056 metros de vías férreas en ancho ibérico. “Con el Cable Inglés, se estima que podían cargarse en los barcos unas 8.000 toneladas entre 8 y 10 horas, frente a los 10 días que se tardaba antes”, cuantifica María del Rosario Soto. “Esta infraestructura supuso un salto cuantitativo enorme, ya que, previamente, para cargar en las bodegas unas 1.000 toneladas al día se necesitaban unas 90 carretas y 350 hombres, lo que comprometía el comercio en importantes mercados metalúrgicos en Europa y Estados Unidos”, razona.
Su demolición se evitó gracias a la falta de fondos de una empresa filial de Altos Hornos de Vizcaya
El cargadero de mineral estuvo en funcionamiento hasta 1973. Durante el franquismo, la instalación fue nacionalizada y su uso fue decayendo con los años. La caducidad de la concesión en 1980 condenaba al Cable Inglés a su demolición. “Le auguraba un futuro de chatarra”, reconoce la presidenta del puerto de Almería. “Una filial de Altos Hornos de Vizcaya, que lo adquirió a mediados del siglo XX, lo tendría que haber desmontado, pero la falta de fondos lo impidió”. La Junta de Andalucía promovió la declaración de monumento histórico y la posterior declaración como Bien de Interés Cultural en 1998. Ahora, ha llegado a nuestros días como una importante muestra del patrimonio industrial de la época. “Almería cuenta con un importante legado del patrimonio industrial que es uno de los símbolos de la ciudad”, afirma la presidenta Soto. El pasado mes de marzo se inauguró como paseo peatonal sobre el mar.
UN PUERTO BILINGÜE COMPUESTO POR DOS GEMELOS
A unos 500 metros del Cable Inglés, se encuentra el Cable Francés, el hermano gemelo del Cable Inglés que también consistía en un cargadero de mineral de hierro, también procedente de las minas de Alquife. El Cable Francés recibe su nombre por ser adquirido por la Compañía Andaluza de Minas, con capital francés. Se construyó en 1920 en el entorno de la playa de San Miguel con una estructura de hormigón y una longitud mucho mayor que su vecino, 313 metros que penetran en el mar con una anchura de hasta 12 metros. Gracias a su tamaño, también doblaba la capacidad de su gemelo, alcanzando las 20.000 toneladas, que se descargaban por cinta.
En julio de 2007, fue el centro de un accidente con un ferry que cubría la ruta entre Almería y Nador (Marruecos) y que daba servicio a la operación Paso del Estrecho. El buque colisionó contra el cargadero durante las maniobras de entrada al puerto por navegar a una velocidad demasiado alta. Aunque desde la autoridad portuaria no hay actualmente ningún proyecto concreto de recuperación destinado a este segundo cargadero de mineral, el hecho de que también continúe en pie en pleno litoral urbano de Almería da una muestra más de la importancia que el sector minero tuvo en esta zona de Andalucía.