
Menos ruido y más rigor
Hay una tendencia a echar mano de tertulianos, de gurús ortodoxos, de instituciones solemnes, que hacen vaticinios o especulan con datos a futuro, sobre los que tomamos referencias e incluso nos basamos en sus predicciones para proyectar nuestros presupuestos, planes de negocio incluso extrapolar escenarios a medio plazo. Entendemos que no están cargados de ideología, son estudios asépticos, neutros y corresponden a fuentes fidedignas, estudios profundos y solventes, por lo que deberían inspirar confianza y certidumbre.
Además, si están en contra del Gobierno y cuestionan las cifras del Ejecutivo: mejor. Es otro plus de robustez en todo el entramado arquitectónico en que basan su liturgia, como si sus datos los obtuvieran de una veta especial, a la que no tenemos acceso los mortales más prosaicos, que elaboramos asiduamente los estados financieros previsionales, estimaciones, informes, etc, basándonos en nuestras mejores expectativas, producto del oficio o del buen ojo u olfato.
Uno que trata de rodearse siempre de los mejores expertos y estar siempre al día de estos informes de eruditos y epígonos, lee con inusitada expectación los ‘papers’ que publican en manuales llamativos, acude a ruedas de prensa multitudinarias o presentaciones en foros y jornadas ‘ad hoc’ llenas de fotógrafos, cámaras y periodistas “especializados” que hacen preguntas capciosas para que salgan bien parados los técnicos autores de esos informes. Nunca citan la fuente de los datos. Es un arcano al que solo ellos pueden asomarse para demostrarnos su sabiduría, ¿o quizás su manipulación?
Nos sobra información tendenciosa, datos sesgados cuando no datos inciertos
Uno que ya tiene una edad, tiene sus manías y una de ellas es que le gusta guardar todas las profecías que a primeros de año y con la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado de cada ejercicio, hacen los hooligans del oligopolio económico mediático, la oposición política que corresponda según quien haya ganado las elecciones y los economistas ortodoxos. Cuando acaba el año, lo fascinante de ese trabajo de minería de datos, es que recupero los textos guardados y los confronto con la realidad. Como buen entrenador de los lunes, releo todas esas sentencias y profecías y compruebo el nivel de tino logrado. Les animo a que hagan la prueba, podrán observar que en la mayoría de los casos, ni de lejos se aproximan a lo vaticinado. Pero con estupor compruebo también que no pasa absolutamente nada. Los mismos visionarios siguen en las tribunas, son invitados a las mismas tertulias, los mismos foros, etc, sin un gramo de rubor.
Como ha llegado un nuevo año, he tirado de hemeroteca para ver lo que decían sobre la economía española para 2022. Paso por encima los augurios de los políticos: al borde del precipicio, a punto de la quiebra, colapso económico,… Vamos a las instituciones “responsables”: AIReF (Cristina Herrero) entraremos en recesión; Funcas (Raymond Torres y Carlos Ocaña) apuntaba a recesión técnica en el último trimestre del año y PIB acabará en el 4,2%; para el Instituto de Estudios Económicos (Íñigo Fernández de Mesa y Gregorio Izquierdo) los presupuestos del 2022 son una oportunidad perdida. El Círculo de Empresarios (Manuel Pérez-Sala) sostenía que el cuadro macroeconómico es más imaginado que real y los ingresos no serán los previstos. También el Banco de España (Ángel Gavilán), después de los últimos ajustes el PIB español, abonaba la idea e que el PIB se quedaría el 4,1%. BBVA Research (Jorge Sicilia y Rafael Doménech), con los datos conocidos a 0ctubre 2022, nos hacía pronosticar que acabaríamos el año 2022 con un PIB del 4,4% y estimaban el 1,0% para el 2023… No les canso más.
Ahora vamos a la realidad. El año 2022, España registró la tasa de crecimiento más alta desde que llegó la democracia en 1977 por tercera vez en la historia de esa serie: el 5,5%, igualando así el mismo dato de 1987 y del año pasado 2021.
No quiero cansarles con más datos como puedan ser los más de 20 millones de afiliados a la Seguridad Social, los menos de tres millones de parados registrados, el incremento del 8% del salario mínimo interprofesional y de las pensiones, etc, que marcan unas magnitudes veraces e incuestionables. Lo que quiero denunciar con mi artículo es que nos sobra información tendenciosa, datos sesgados cuando no datos inciertos. En nuestra sociedad, en el mundo de la empresa y en todos los ámbitos donde se es susceptible de tomar decisiones, hay que ser precisos con la información. Ser rigurosos y abandonar el ruido y el bullicio que enmascara los hechos tozudos.
Me da igual que quien escriba un informe sea de derechas o de izquierdas, ortodoxo o heterodoxo, lo que es fundamental es que no mienta. ¡Que diga la verdad! Porque si no es así, caeremos en la Ley de Thomas, sobre la percepción de la realidad. Este sociólogo estadounidense de principios del siglo pasado elaboró el célebre teorema en el que mantenía la tesis de que si los individuos definen las situaciones como reales, son reales sus consecuencias: “Lo que se percibe como real, se impone como real” .
Me da igual la orientación política de quien escriba un informe, lo fundamental es que no mienta
Para acabar quisiera compartir con ustedes esta historia que a pesar de tener más de 100 años, sigue teniendo una rabiosa actualidad. Quizá explique mejor lo que trato de decir:
“Uno de los nuevos empleados de una conocida empresa londinense fue ascendido rápidamente a apoderado. La noticia causó sensación y un cierto malestar entre los más veteranos, que se sintieron postergados por este inesperado ascenso.
Una comisión de estos expuso respetuosamente su queja al director. Mientras hablaban, se oía en el despacho un intenso ruido procedente de la calle y el director le interrumpió para encargar a uno de ellos que le informara del motivo de aquel ruido.
El empleado se asomó a la ventana y dijo:
– Nada, son unos camiones que pasan.
El ruido seguía, por lo que el director se dirigió a otro de los presentes con la misma pregunta. Comprendiendo que la respuesta anterior no había sido suficiente, este bajo a la calle y volvió enseguida diciendo:
– Sí, son unos camiones muy grandes que están pasando.
Como el estrépito continuaba, el director pidió esta vez que llamaran al nuevo apoderado. Al presentarse este dijo:
– Mr. Bold, ¿quiere enterarse de qué es ese ruido?
Poco después regresó Bold:
– Son los camiones de 25 toneladas de Newman que están bajando al muelle 16, 1.500 toneladas de algodón en rama, que la firma Smithson envía en el ‘Blue Star’ a Dublín. Por cierto, ha conseguido vender dos peniques más sobre los precios de la Bolsa de ayer, debido a que…
– Gracias, Bold. Es suficiente”.
Y es que no bastan los veteranos. Ni siquiera los listos, los intelectuales, los dóciles, los serviciales,… Se necesitan mujeres y hombres rápidos, dinámicos, eficientes,… que no pregunten y que resuelvan problemas. Y sobre todo: ¡que digan la verdad!