
Cierren la puerta al salir… ¡pero hagan algo!
Lo primero que quiero decir es que cuando Aitor Vieco me propuso colaborar con El Mercantil, se lo agradecí profundamente. Ello me permitió expresar libremente mis opiniones sobre temas en los que estando en activo me limitaban los propios intereses a los que servía o la propia discreción del puesto. También mi firme creencia de que es la visión de los objetivos finales la que nos permite andar sin bandazos y hacer nuestro camino de modo firme y seguro, me motivó a escribir sobre temas que creo deben ser afrontados y que, en general, no se está haciendo.
La visión de los objetivos finales nos permite andar sin bandazos y hacer nuestro camino de modo firme y seguro
De este modo, he escrito sobre el derecho marítimo, cuyas bases entiendo obsoletas, y que dan a las navieras y armadores derechos que no se corresponden con el tiempo en que vivimos. También he escrito sobre la liquidez que año tras año acumulan los puertos españoles, cuando se supone son entes públicos y, por tanto, no es su objetivo el beneficio sino el servicio, y cuyo ajuste debería permitir la reducción de tasas portuarias entre un 30% y un 40% de manera generalizada. La situación se ha visto favorecida por una estructura tanto organizativa como tarifaria que, en mi opinión, debe ser totalmente modificada.
He dedicado varios artículos a la creciente escasez de conductores de camión, y la visión sesgada y cortoplacista de los diferentes actores en el tratamiento del problema, así como la falta de una visión global, tanto del propio sector del transporte como de la Administración en la construcción de soluciones. No lo he citado en los artículos, pero lo hago ahora: la candidez e incredulidad de muchos cargadores sobre la propia existencia de este problema. Pues bien, ya se empiezan a encontrar con aumentos de costes de dos dígitos, y probablemente en un futuro no muy lejano…, ni pagando.
Me sigue sorprendiendo la candidez e incredulidad de muchos cargadores sobre la escasez de conductores
En lo que respecta al ferrocarril, he tratado de poner, negro sobre blanco, la lentitud de la Administración en afrontar la introducción del ancho UIC en España, y mostrar que las excusas como aquella de “la culpa es de los franceses” son meros intentos de justificación de un inmovilismo rancio (creo que en el artículo lo llame “autarquismo ferroviario”), así como que los costes de paso de frontera no se encarecen con el ancho UIC, como algunos tratan que creamos, sino que se reducen muy sustancialmente, y también los tiempos de tránsito. Tampoco lo dije, pero el plan Mercancías 30 me parece simplemente otro lavado de cara más. Dentro de poco, será un recuerdo más.
El plan Mercancías 30 me parece simplemente otro lavado de cara más, que será dentro de poco un nuevo recuerdo
He escrito sobre la digitalización, palabra mágica que sirve para que burócratas y pusilánimes hagan alarde de modernidad, cambiando de soporte, pero manteniendo sus procedimientos y sus miedos, pero sobre todo sus puestos. Una vez alguien me dijo: “Es que si soy transparente tendré más reclamaciones”. ¡Pues eso!
También he referido a la hipocresía en el discurso de reducción de CO2 en el transporte. A fecha de hoy, no hay estímulos económicos que permitan a los transportistas con medios y propuestas menos contaminantes presentar a sus clientes mejores ofertas que los que lo son más, por lo que no se crea la base para un círculo virtuoso que inicie una sana competencia en este sentido. Únicamente la reducción de márgenes por parte de quienes sienten esta responsabilidad lo hace posible. ¿Hasta cuándo viviremos en este absurdo?
Escribí sobre el impacto fiscal que la modificación del mix de combustibles usados en cualquier tipo de movilidad, con pérdida de peso de los combustibles fósiles e incremento de la movilidad eléctrica, puede causar al Estado, y la ausencia de un debate sobre cómo afrontar esta reducción de ingresos. También sobre el pago por uso de las infraestructuras discutía que, mientras el resto de las infraestructuras de transporte soportan tasas de uso, solo la carretera está excluida de este tipo de pagos, siendo su mantenimiento a cargo de los Presupuestos del Estado.
Mientras el resto de las infraestructuras de transporte soportan tasas de uso, la carretera está excluida
Intenté profundizar sobre el concepto de soberanía. Me preocupaba el hecho de que el concepto de soberanía no tuviera en cuenta la disponibilidad de energía, básica para el sostenimiento del Estado, de su economía y de su población. Abogaba por incluir dentro del aseguramiento energético el control de las cadenas de suministro, tanto exteriores, para el aprovisionamiento, como interiores, para la distribución.
Estos eran los temas que me preocupaban desde hace ya más dos años y que El Mercantil me ha permitido compartir en diversos artículos de opinión. Desde entonces creo que, en general, no han evolucionado mucho, pero es posible que sea yo quien está ya desconectado, por lo que, salvo algo que sea muy excepcional y motivante, creo debo dar por finalizada esta etapa. Gracias a todos los que me han leído, me han criticado, y también a aquellos que de manera consciente me han ignorado. Sigo a disposición de todos ellos. Hasta siempre.